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El Conflicto que afecta al tibet

Efectivamente, desde el siglo XIII, el Tíbet pertenece al imperio chino y los monumentos imperiales tienen en sus frontones los textos escritos en las cinco lenguas chinas, entre ellas el tibetano, un imperio con sus departamentos feudales y su burocracia, incluso antes de que apareciese el budismo tibetano tal como existe actualmente. Los defensores de la independencia del Tíbet y del Dalai Lama consideran que el Tíbet era un simple feudo, un protectorado. En el plano histórico, los independentistas tibetanos explican que si la región del Himalaya hubiera sido antiguamente parte integrante de China, la región habría llegado a ser prácticamente independiente y acusan a China de que intenta destruir la cultura tibetana.

El Tíbet, en el marco del despedazamiento y la colonización de China, fue objeto de una rivalidad entre Gran Bretaña y Rusia. Gran Bretaña, implantada en la vecina India asumió, y siempre ha reconocido, la soberanía de China sobre este país que ocupó militar y comercialmente. En 1908 China, aprovechando la salida de los británicos, retomó el control del país.

Después llegó el hundimiento del imperio chino y la instauración de la República en 1911. Lo que rompió las relaciones personales de vasallaje que existían entre China y el Tíbet según los monjes tibetanos, quienes estaban en el grado más alto del feudalismo que practicaba la servidumbre. El decimotercero Dalai Lama proclamó la independencia del Tíbet y se negó a reconocer a la República china.

Gran Bretaña actuó como mediadora y propuso una división del Tíbet que China se negó a reconocer a pesar de que, en la práctica, los lazos se aflojaron y el gobierno teocrático del Dalai Lama amplió sus atribuciones. En 1950, el Ejército Popular de Liberación comunista volvió a entrar en el Tíbet, que consideraba que estaba gobernado por señores feudales, y no encontró resistencia. Se creó un gobierno del Tíbet que ha mantenido la religión y los monasterios.

Pero a partir de 1956 se han sucedido las rebeliones; en 1959 fue la insurrección de Lhassa. El Dalai Lama abandonó el Tíbet y se refugió en la India con 150.000 partidarios. La rebelión se reprimió severamente, los exiliados y las asociaciones para la independencia del Tíbet declararon un millón de muertos, pero en realidad las cifras, aunque considerables, no sobrepasaban los diez mil.

El gobierno comunista chino abolió la servidumbre y los terribles castigos corporales y explicó que se trataba de rebeliones fomentadas por los antiguos amos y los monjes. Mientras, las instancias religiosas en el exilio denunciaban, como sus partidarios occidentales, el ataque contra la cultura tibetana tanto como los atentados a los derechos humanos. Occidente, especialmente Estados Unidos, desarrolló este asunto de la espiritualidad tibetana vejada por los «invasores» chinos.

China considera que no sólo se trata de una región integrada en China desde el siglo XIII, sino que además la liberó del feudalismo y recientemente la ha comunicado construyendo un ferrocarril. Una región, por añadidura, indispensable para su seguridad y que es una vía hacia la India, con quien China tiene relaciones desde siempre. Mientras, el Dalai Lama y los exiliados, con Estados Unidos y las asociaciones para la independencia del Tíbet, consideran que se trata de una región independiente cuya cultura China pretende destruir.

Así, con los aspectos religiosos, los chinos habrían suprimido la medicina tradicional y la astrología. En torno al Dalai Lama, en la India, se reconstruyó dicha cultura con una Universidad de astrología, que se beneficia de grandes medios financieros de Estados Unidos. Los chinos afirman que la libertad religiosa se respeta, pero sus adversarios denuncian la desacralización de algunos aspectos de esta cultura que le haría perder su significado original.

Denuncian el asentamiento masivo de los chinos y una situación de exclusión de los tibetanos, así como las detenciones y la burla de los derechos humanos, incluso aunque reconocen una mejora en materia de derechos humanos. Los chinos dicen que la situación de los derechos humanos está mejor que bajo la servidumbre, donde las mutilaciones y los castigos corporales eran frecuentes; también afirman que mejoraron el estatus de la mujer y que han introducido el desarrollo, así como la conservación del medio ambiente y la preservación de la cultura local.

La riqueza de los comerciantes chinos es uno de los asuntos más convulsivos en el plano local y, sin duda, no es una casualidad que los ataquen. El contexto económico del desarrollo chino es testigo aquí, como por todas partes en el resto de China, de un crecimiento formidable ligado especialmente al turismo, pero ligado también a la expansión de las desigualdades y, actualmente, a una elevada inflación que dificulta el abastecimiento de las familias más modestas. En este sentido se puede pensar que las manifestaciones de los monjes dan lugar también a otras manifestaciones de cólera más relacionadas con la economía que seguramente multiplican y atizan los actos de delincuencia.

Los defensores de la causa tibetana temen que la nueva línea ferroviaria contribuya a acelerar la inmigración china al Tíbet y a vaciarlo más rápidamente de sus recursos naturales ya sobreexplotados. El gobierno tibetano en el exilio considera, en particular, que «el ferrocarril facilitará el control chino del Tíbet e implicará la llegada de numerosos emigrantes chinos». Pero para los chinos la emigración es, por ejemplo, los comerciantes chinos que llegan a París; el Tíbet forma parte de China y los movimientos de personas se hacen dentro del país. China es un país de intensas migraciones internas.

Postura de china

“China es una nación unificada multi-étnica y Tibet es una parte irrenunciable de China.
Los Tibetanos han cultivado una relación cercana con los Han y otros grupos étnicos del interior del país desde tiempos remotos”

–Xinhua News Agency editado por Pliny Han.

La irrupción de 17 Lamas a un templo en el monasterio de Gandain el 14 de Marzo y destruyeron dos estatuas de deidades protectoras, argumentando que eran ‘espíritus malignos’ y comenzaron una pelea con seis creyentes que se entraban allí.

El alcalde de Lhasa Norbu Dunzhub el día 6 de mayo dijo: “la destrucción fue un acto criminal y una violación a la regulación de asuntos religiosos” agregando que las autoridades locales han tomado acciones legales contra los perpetradores.

Frente a esto: El alcalde de Lhasa Norbu Dunzhub el día 6 de mayo acusó al Dalai Lama de estar planeando un conflicto religioso en el monasterio de Gandain cerca de Lhasa dijo: “Otro intento de sabotear la unidad del Tibet” agregó:

“A simple vista, es un asunto interno dentro de un monasterio, pero a un nivel fundamental fue provocado por el sequito del Dalai Lama cuyo propósito es escalar el conflicto entre las diferentes sectas del budismo tibetano, por lo tanto saboteando la unidad del Tibet”

“El Dalai Lama trata de agitar más el descontento en el Tibet a través de su ‘llamados’ y ‘declaraciones’ porque no está dispuesto a aceptar que la situación se ha clamado y se ha reestablecido la normalidad en Lhasa” (Qiangba Puncog, Presidente del Gobierno Regional.)

Con estos dichos citados el gobierno chino demuestra que el Tíbet manejado por le Dalai Lama es solo desorden y revueltas , inculpando de todo al Dalai Lama como un agitador.

Opinion del tibet

“El acercamiento por el camino medio, significa que todos los tibetanos deben ser gobernados por una administración similar que disfrute una autonomía regional nacional y todas las provisiones en el, auto regulado y con sus propias decisiones. Excepto por los asuntos concernientes a relaciones extranjeras y de defensa nacional. Sin embargo, lo he dicho desde el, comienzo que los tibetanos en el Tíbet tienen el derecho a hacer la decisión final por el futuro del Tíbet”

“”Yo no tengo algún deseo de manejar una porción entre los pueblos tibetanos y chinos. Al contrario mi compromiso ha sido siempre el encontrar una solución genuina a el problema del Tíbet que garantice los intereses a largo plazo de ambos, chinos y tibetanos. Además, les insto para ayudarnos a encontrar una solución pacífica, durable con el problema de Tíbet a través del diálogo en el espíritu de entendimiento y satisfacción

Fuente: Dalailama.com.

Posición de los países occidentales

Aunque es posible que Occidente desarrolle campañas destinadas a sensibilizar a la opinión pública sobre la cultura propia del Tíbet, su espiritualidad burlada y la falta de respeto a los derechos humanos(1), en el plano internacional es difícil que los países occidentales que, tras Estados Unidos, favorecen estas campañas, no reconozcan el Tíbet como territorio chino. En ningún momento aparece el reconocimiento de un territorio independiente tibetano en el plano internacional incluso si, como vimos, Gran Bretaña propuso en el momento de la instauración de la República China una determinada autonomía y el reconocimiento de un poder «espiritual». Legalmente es difícil, si no imposible, reconocer esta independencia, por lo que, esencialmente, es sobre la represión y los derechos humanos donde actúa la intervención occidental.

Estados Unidos y la Unión Europea pidieron a China que mostrara «contención». «Pekín debe respetar la cultura tibetana», afirmó por su parte Gordon Johndroe, portavoz de la Casa Blanca. El presidente estadounidense, George W. Bush, considera que «Pekín debe tener un diálogo con el Dalai Lama». Las autoridades estadounidenses recomendaron a sus ciudadanos que eviten viajar a Lhassa.

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